Reseña de Crónica de un vendedor de sangre de YuHua. Por Edu Garrido

Yu Hua, con la excusa de contarnos la vida de Xu Sanguan, nos vuelve a adentrar en la China rural de los años 50, 60, 70 y primeros 80. Xu Sanguan descubre siendo joven que, vendiendo sangre en el hospital, puede ganar dinero fácilmente cuando le haga falta. Dos conocidos del pueblo le dan las instrucciones a seguir y Xu Sanguan quiere casarse.

Así comienza “Crónica de un vendedor de sangre”, donde Yu Hua vuelve a demostrar porque es considerado uno de los mejores novelistas chinos de los últimos 20 años. Su maestría para acercarnos a la sociedad rural china, a la tradición familiar del gigante rojo, al peso de la familia y a las ancestrales costumbres imperantes en la República Popular China desde el punto de vista del ciudadano de a pie, del pobre trabajador de una fábrica cualquiera que se limita a hacer lo que haga falta para sacar a su familia adelante. La importancia del varón sobre la mujer, lo mal visto que está el vender la sangre por dinero (no es lo mismo gastarse el dinero ganado con el sudor que gastarse el dinero ganado con la sangre), mantener la familia a cualquier precio al igual que la virtud y la apariencia, valores muy acentuados en las zonas rurales, pero que la prosa y el sentimiento de la literatura de Yu Hua consigue universalizar.

Xu Sanguan se casa con Xu Yuan, “la Venus de la freiduría” y tienen tres hijos y, a través del devenir de la familia Xu, vamos conociendo la historia de China durante esos años. El gran paso adelante, la revolución cultural y la mitificación de Mao…, así como las veces que Xu Sanguan debe ir a vender sangre al hospital para solventar otra necesidad familiar urgente que, una vez mas y pese a la dureza de lo que nos está contando, Yu Hua consigue rodearlo de calidez y cercanía.

Un canto a la familia, al amor desmedido a los hijos (toda la obra está marcada por el conocimiento de Xu Sanguan de que su hijo mayor, el preferido, no es suyo), a la belleza de dar la vida por lo que realmente merece la pena, un canto al optimismo pese a la gran cantidad de desdichas que debe pasar la familia durante las 300 páginas de la obra.

Autor fundamental para comprender la literatura china de los últimos 20 años, recibió el aclamado James Joyce Foundation Award en 2002 y dos de sus novelas (esta que hoy comentamos y la maravillosa ¡Vivir!) fueron elegidas entre las 10 mejores novelas chinas de los años 90. Su escasa producción hace que, quizás, le valoremos más todavía. Entre este libro (1995) y su siguiente producción pasaron 10 años. Esperemos que, tal y como parece, nos siga maravillando con su literatura más a menudo. Desde aquí os invitamos a entrar en su mundo.

Reseña de Edu Garrido